RECUPERAR VIDAS, RECONSTRUIR FUTUROS

La reinserción social de personas privadas de libertad sigue siendo uno de los mayores retos del sistema penitenciario peruano. Las altas tasas de hacinamiento, la falta de recursos, el estigma social y un enfoque punitivo más que rehabilitador, limitan gravemente las oportunidades de cambio real para quienes cumplen condenas.

En el Perú, aproximadamente el 25% de la población penitenciaria es considerada reincidente. Las causas van desde la pobreza estructural, la baja escolaridad, hasta la ausencia de redes de apoyo sólidas. El sistema, más centrado en el castigo que en la transformación, no facilita herramientas para reescribir un proyecto de vida.

Aquí es donde el Trabajo Social cobra protagonismo, no solo como una profesión de acompañamiento, sino como una práctica crítica que requiere un abordaje integral para lograr una efectiva reducción de la recidiva y avanzar hacia una sociedad más justa. Reflexionar sobre las estrategias efectivas implica entender que la reinserción no solo es un proceso individual, sino también comunitario y sistémico.


  • Enfoque integral y multidisciplinario
Desde el trabajo social, es fundamental promover una intervención que integre asistencia social, psicológica, legal y educativa dentro y fuera del centro penitenciario. Programas como C.R.E.O. (Construyendo Rutas de Esperanza y Oportunidades) y F.O.CO.S. (Fortalecimiento de Competencias Sociales para la no reincidencia delictiva en liberados), implementados en Perú, ejemplifican esta metodología integradora. Estos programas combinan el desarrollo de habilidades sociales y cognitivas, fortalecimiento de relaciones familiares, incorporación de prácticas saludables y capacitación laboral, con un seguimiento continuo dentro (intramuros) y fuera (extramuros) del penal.
  • Fortalecimiento de capacidades sociales y familiares
El trabajo social debe centrarse en el desarrollo de competencias sociales que permitan a los internos y liberados manejar emociones, resolver conflictos y establecer relaciones interpersonales positivas. La inclusión de la familia en el proceso es clave, ya que constituye una red de apoyo esencial para la reinserción. Actividades como encuentros familiares, asesoría y visitas domiciliarias fortalecen estos vínculos y contribuyen a la estabilidad emocional y social del recluso, facilitando su reinserción.
  • Educación y formación ocupacional como herramientas de transformación
La educación formal y la capacitación técnica dentro de las cárceles son pilares para la reinserción social. La alfabetización, educación básica y superior, así como talleres de oficios y emprendimiento, dotan a las personas privadas de libertad de competencias que aumentan sus oportunidades laborales y reducen la probabilidad de reincidencia. Además, la participación en actividades artísticas y culturales favorece la expresión emocional y la reconstrucción de la identidad.


  • Promoción de prácticas saludables y normas de convivencia
El trabajo social debe promover la internalización de normas de convivencia basadas en el respeto, la tolerancia y la responsabilidad. La implementación de espacios y actividades que fomenten conductas adaptativas y saludables dentro del penal contribuye a un ambiente menos conflictivo y prepara a los internos para una convivencia social positiva en libertad.
  • Apoyo postpenitenciario y seguimiento comunitario
La reinserción social no concluye con la salida del centro penitenciario. Es crucial que el trabajo social acompañe a los liberados mediante servicios de asistencia postpenitenciaria que brinden apoyo psicológico, social y legal, facilitando su acceso a empleo, vivienda y redes de soporte. Este seguimiento reduce el riesgo de exclusión social y reincidencia.

La reinserción social no puede entenderse como un acto individual, sino como una responsabilidad colectiva. El Perú necesita avanzar hacia un modelo de justicia que no solo sancione, sino que también restaure, acompañe y transforme.

El trabajo social, desde su compromiso con la justicia social, tiene la misión de humanizar los procesos penitenciarios, visibilizar a quienes han sido históricamente excluidos y trabajar por un sistema más justo, donde la cárcel no sea una sentencia de por vida, sino una etapa con posibilidad de cambio.

Invertir en reinserción no es ingenuidad, es construir seguridad ciudadana desde la inclusión, no desde el miedo. Porque nadie debería ser definido solo por su error, sino también por su capacidad de reconstruirse.









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